domingo, 19 de octubre de 2008

El cómplice

Hay luna nueva y la visibilidad es poca. Pero eso me tiene sin pendiente, después de todos estos años conozco el camino mejor que cualquiera. No, los nervios se deben a otro motivo. Mi patrón se trae algo entre manos y el ignorar sus planes terminó por ponerme intranquilo. Se ve que no es el mismo desde aquel domingo de octubre, uno como cualquier otro en el que al amanecer sabes cómo empieza el día, pero ni siquiera imaginas cómo va a terminar.

La conocimos afuera de la iglesia; la señorita de la expresión cautivadora por esos ojitos claros, sin duda los más lindos que recordábamos haber encontrado.

-¿Cómo ves, Negro? Me preguntó el patrón, aunque en esos casos no entiendo si mi opinión sirve de algo. Sólo atiné a asentir con la cabeza al percatarme que ella le devolvía la mirada, y le agradecía con una sonrisa la reverencia del sombrero.

Poco esfuerzo nos tomó investigar que la señorita y su familia vivían en la casa azul por el camino a Zalatitán, al otro lado del pueblo. El resto es historia. Soy fiel testigo de las noches en vela, las cartas, una serenata furtiva y hasta dos que tres borracheras. Comprobado, mi patrón era otro. Pero la semana pasada algo sucedió. En la casa azul hubo música y adornos como en la fiestas de diciembre. Por unos amigos que estuvieron ahí, me enteré que el hijo del terrateniente pidió la mano de la señorita, y que los padres habían arreglado todo el asunto.

El trabajo en el rancho apenas bastó para distraernos de la noticia.

Hoy durante la jornada él ya no lo pudo disimular, algo está planeando. Por lo mientras, yo me retiro a descansar ...

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Casi no dormí, es de madrugada y hace poco llegó a buscarme. Su expresión reveló que no esperaba encontrarme despierto. O tal vez sí, estoy seguro que conocemos uno del otro, más de lo que cada quien cree.

Salimos al campo abierto, con dirección al pueblo. El silencio apenas se rompe con el cantar de los grillos y el aullido de un coyote a lo lejos. Qué extraño, el patrón se vistió como cuando vamos a las carreras en día de fiesta. Pero si la memoria no me falla, aún falta para esas fechas. Seguimos andando y ya no se ve tan inquieto, casi puedo afirmar que ahora su expresión es de total seguridad.

¿Será que ... ?

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Nací para esto, porque para esto soy bueno: a todo galope avanzo por el camino, contagiado por la felicidad de la pareja que llevo a cuestas. Atrás quedan rápidamente los temores, la duda y la casa azul. Una vez más, soy testigo ... y cómplice.

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